En el caluroso cantón de Durán, en la provincia del Guayas, la figura de «El Gordo» ha pasado de ser un nombre común a convertirse en el epicentro de un torbellino de escándalos que involucran a las Fuerzas Armadas y a las bandas delictivas más temibles del Ecuador. Su captura el pasado 25 de marzo, en el marco del operativo Tormenta 15, no es solo otro capítulo en su largo historial de ilegalidades, sino también una evidencia escalofriante de cómo la corrupción puede permear las instituciones más sólidas del país.

El individuo conocido por su alias, que es un cabo de la Armada del Ecuador, ha estado en el radar de las autoridades desde hace algún tiempo, pero su detención reciente abre una ventana a su oscuro pasado. Si bien su nombre estaba relacionado con la profesión militar, lo que pocos sabían es que «El Gordo» había tejido una red de conexiones con bandas criminales, convirtiéndose en un operador clave para actividades ilícitas en Durán, un cantón marcado por la violencia y el tráfico de armas.

La primera alerta sobre su involucramiento en el crimen organizado llegó a las autoridades en mayo de 2022, cuando fue arrestado junto a un grupo de sicarios, sospechosos de liderar una serie de asesinatos por encargo. Las fuerzas de seguridad, tras un violento enfrentamiento armado, lograron incautar no solo armamento de alto calibre, sino también vehículos robados y otras evidencias que incriminaban a la banda. Lo más sorprendente fue que, aunque «El Gordo» no tenía antecedentes penales registrados, ya se conocía que tenía varios procesos de indagación previos que giraban en torno a actividades delictivas, pero que nunca se habían concretado en cargos definitivos.

El silencio de su entorno, ese velo que cubría sus actividades, fue roto cuando, a finales de 2024, el cabo volvió a ser arrestado. Esta vez, el crimen que lo persiguió fue el de falsificación de documentos. Durante un operativo en Durán, las autoridades encontraron más de 120 papeles falsificados relacionados con matriculaciones y revisiones vehiculares. Estos documentos eran utilizados por bandas de asaltantes para encubrir vehículos robados. De nuevo, «El Gordo» se encontraba en el epicentro de un sistema delictivo que conectaba el mundo militar con el submundo del crimen organizado.

A pesar de la gravedad de sus delitos, lo que más inquieta a la ciudadanía es la facilidad con la que «El Gordo» movía los hilos dentro y fuera de las instituciones de seguridad. Su detención en el operativo Tormenta 15 de este marzo ha sacudido aún más las bases de confianza en las Fuerzas Armadas, instituciones que, durante años, han sido vistas como un bastión de defensa y honor. El descubrimiento de uniformes militares y policiales en manos de bandas criminales durante este operativo refleja cómo los vínculos con «El Gordo» y su red de cómplices podrían ser mucho más amplios de lo que las autoridades han podido desmantelar hasta ahora.

La historia de «El Gordo» es, sin duda, un recordatorio amargo de cómo la corrupción y el crimen pueden infiltrarse incluso en las estructuras más sólidas, como las fuerzas armadas. Para Durán y para el Ecuador, su captura es solo el principio de una larga batalla contra la impunidad y el crimen organizado que ha alcanzado niveles alarmantes. Solo el tiempo dirá cuántos otros rostros se esconden detrás de este oscuro personaje.

En los pasillos de la justicia, la pregunta resuena con fuerza: ¿Cuántos más como «El Gordo» existen dentro de las instituciones encargadas de proteger la seguridad nacional?

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