Por un hangar de helicópteros aparece una mujer vestida con un overol verde oliva. Sus botas negras están impecables y el cabello lo tiene bien recogido. Mientras camina, otros militares se cuadran ante ella, alzan sus brazos a la altura de la frente y la saludan: “Mi teniente, muy buenos días”. Es viernes y en Guayaquil el calor es intenso. La oficial a quien saludan es Rosy Granja, la primera piloto de las Fuerzas Armadas del Ecuador. Esto lo consiguió en el 2010, cuando logró ingresar a la Aviación de la Armada. Fue una sorpresa entre las filas militares. Hasta ese momento, solo hombres habían pisado esas instalaciones. Así lo recuerda su padre, César Granja. Él y su esposa estuvieron presentes el día en que le entregaron las alas doradas a su hija, insignia para los pilotos. Dice que en la ceremonia lloraron de la emoción. En la casa también fue una sorpresa que Rosy se decidiera por la vida militar, pues era la menor de tres hermanos y la única mujer. Sus padres la inscribieron en el Liceo Naval de Guayaquil para que su segundo hermano, mayor con un año, la cuidara en la época del colegio. Todos querían que él se convirtiera en militar, pero declinó, porque no se veía siguiendo órdenes toda la vida. Rosy dice que eso no le importó. Tomó la decisión cuando cursaba el cuarto año de colegio. En ese entonces, personal de la Armada fue a su aula y le mostró un video. Allí se veía a marinos en distintos ámbitos, pero recuerda la imagen de un helicóptero aterrizando en un buque de guerra en movimiento, en medio del océano. Esa es considerada una de las maniobras más difíciles dentro de la vida de un piloto. Es la prueba que debe superar un oficial antes de convertirse en instructor de vuelo, otro de los cargos más importantes dentro de la Armada. “Solo los pilotos más experimentados y con mayor profesionalismo pueden realizarla”, dice Napoleón Quishpe, capitán de Corbeta. Él fue instructor de Granja en el último año y calificó su desempeño cuando realizó el aterrizaje sobre el buque de guerra, el pasado 16 de marzo. Ese día, la teniente rompió otro récord: se convirtió en la primera mujer instructora de vuelo.
Fuente: El Comercio